La creadora Tíscar Espadas te pinta el cartel de la feria de Úbeda con un torero en falda, arrasa en ventas en Japón con un proyecto final de máster y crea un imaginario propio de la pintura barroca española con solo dos colecciones.
Tíscar Espadas fue a Londres para hacer un máster en el Royal College of Arts después de haber estudiado diseño de moda en Madrid. La artista ubetense amable, humilde y con ganas de aprender cuenta ya cuatro años en la capital inglesa.
La historia de su marca homónima sigue la mirada nostálgica hacia sus raíces. Y de una forma orgánica los Capítulos de TÍSCAR ESPADAS no son solo prendas sino también ilustraciones, libros, fotografías y audiovisuales.
El espectador mira e identifica lo que conoce; en Tíscar Espadas veo mucho de pintura española del siglo XVII.
Sí, compartimos raíces y nosotras lo vemos. Yo vengo de una ciudad renacentista. Es curioso que algo tan puro, tan español se venda en Japón. Es fascinante. Ellos verán otras cosas que nosotros no vemos.
Y sí, con la pintura hay una conexión aún sin quererlo, cuando veo las fotos de la primera colección parece que recuerden un poco a un Zurbarán. Quiero que esté conectado a nuestra procedencia, cada vez lo aprecio más.
Julio Camba decía que el español se españoliza en el extranjero.
(Ríe) Ahora en Reino Unido digo: ‘Tenemos muchas cosas buenas en España’, y me gustaría mostrarlo.
El escritor lo hace escribiendo, el cantante lo canta, cada uno lo transmite de una forma.
Me doy cuenta hablando contigo que hay un deseo de estar allí, de volver. Yo lo comunico a través de mi trabajo con una mirada nostálgica. Los olores, las luces,… todo impregna las piezas.
¿Qué has encontrado en Londres que no hay en España?
Vine a hacer un máster y por circunstancias llevo aquí cuatro años. Hay conversaciones, gente que va y viene por la Semana de la Moda, contactos… en España todo esto no habría pasado.
Allí hay gente que hace cosas muy interesantes pero no hay apoyo, no hay una cultura de moda. He pensado en mudarme, pero para empezar una marca es muy complicado; tienes que pagar y pagar antes de tener una base económica que te permita sustentarlo. Es una pena.
Tenemos mucha calidad de trabajo y un gran legado artesanal pero en cuanto a movimiento, visibilidad… hay mucho trabajo por hacer que aquí ya está hecho.
En Londres hay una inquietud por conocer propuestas nuevas, por apostar por ellas. Como marca de moda novel tenemos bastante más apoyo institucional, y además contamos con la ayuda de la gente que está dentro de la moda, que están dispuestos a escucharte -como la tienda Machine A-, y mostrarlo a un público más global.
No solo es cuestión de talento, es saber moverte, hacer contactos, comunicar, hacerte escuchar…
¿Crees que hay una identidad española en moda de hombre más imaginaria que real y que tiene mejor acogida en el extranjero que por el propio hombre español?
Nadie es profeta en su tierra. Cuando algo se reconoce fuera entonces empieza a entrar en nuestro ojo. Es nuestra cultura.
En España tenemos Inditex y al final eso educa al consumidor. Es una minoría la que apuesta por una marca que trabaje la individualidad, que haga prendas más especiales; cuesta bastante.
En Japón tienen otra visión de la moda, su aprecio por la belleza, la calidad, la durabilidad, la singularidad al vestir.
¿Esperabas que los japoneses fueran tus principales clientes? ¿En qué público pensabas cuando empezaste?
No, no esperaba que unas prendas tan cargadas de España pudieran acogerse así en Japón. Ahora que conozco sus valores tiene sentido pero cuando empecé no lo imaginaba.
No pensaba en ningún cliente. Empecé buscando mi lenguaje, igual que lo hacía dibujando pensé en encontrarlo diseñando prendas, cortando, modelando. Yo no sabía qué quería hacer, no tenía una pretensión comercial o de trabajar en una marca.
La primera colección que se vendió fue mi trabajo de máster. Cuando terminé me contactaron por Instagram de un showroom japonés porque querían conocerme aprovechando su estancia en Londres por la Semana de la Moda y se convirtieron en mis agentes. Lo que te decía, ocurrió porque estaba aquí.
Me dijeron que solo querían presentarme en Japón y se llevaron la colección. Al mes me pasaron los pedidos, me alegré muchísimo pero fue un: ¿ahora qué? (con las manos en la cabeza).
He aprendido mucho. No tenía ni idea de qué era hacer una marca; es que cuando te forman como diseñadora no te enseñan la parte de negocio y a mí se me da fatal aunque disfruto aprendiendo.
Ha sido duro pero muy gratificante, se completa el círculo cuando ves a la gente vistiendo tus prendas.
¿Cuál es tu proceso de trabajo, tienes una sistemática o surge como una chispa?
Intento explicarlo como un viaje complejo y apasionante. Las prendas funcionan como un cuaderno de Bitácora, es como me lo suelo imaginar.
Mi forma de trabajar no es rígida sino que surge de la unión de varias circunstancias, de cuestiones que me intrigan, de líneas estéticas que me atraen y también del accidente que aparece en la creación. Paso del dibujo en 2D al 3D con esa libertad del error, de ver qué va a salir porque a veces las prendas son resultado del error.
Las conversaciones con amigos y colaboradores forman parte del proceso, es la unión de diferentes artes o formas de creación. Por eso es un trayecto largo y por eso mismo solo presento una colección por año.
Me parece importante darle peso a la espera, darle el tiempo necesario a cada proceso. Todo creador es un ser a la espera de un encuentro y han de pasar ciertos tiempos desde el dibujo inicial al prototipo.
El tiempo que necesitan tus Capítulos (sus colecciones se llaman así). ¿Hay una línea argumental previa como en una novela?
En cada Capítulo hay un punto de partida, donde yo veo la moda, pero está completamente abierto. El guión surge de lo que quiero explicar y de los personajes que lo van a interpretar, aunque el Capítulo se va construyendo en el proceso.
La intención es crear personajes que hablen de un concepto o de sensaciones, trato la moda como un lenguaje. La historia final se completa con la música, con el modelo, su manera de andar, la localización, las colaboraciones…
Lo que explicas suena a teatro. ¿Harías diseño de vestuario?
Me encantaría (dice con la mirada iluminada). Me mueve esa visión perfecta, con una comunicación tan potente como es la del teatro. Al final formas parte de una orquesta.
¿Sigues trabajando en la ilustración?
Sí. Está muy unida al diseño, una complementa al otro.
El dibujo es algo más inmediato, más visceral, más íntimo e improvisado. Es necesario aunque es casi lo contrario porque crear una prenda es preciso un proceso largo e involucra mucha gente.
En Londres iba a exponer mis ilustraciones pero se canceló y ahora se han expuesto junto a las prendas en los puntos de venta en Japón. Al final se encuentran.
¿Quiénes son tus referentes en pintura?
Va a sonar moñas pero mis referentes han estado en mi casa. Mi abuelo era pintor y mi padre era pintor y ahora es escultor. Él es mi referente, la persona que más me inspira, cuando estamos juntos nos ponemos a componer, montar…
El olor de las pinturas, las mezclas de los pigmentos en casa de mi abuelo…ese es lo que me empujó a seguir esos trazos.
Hay muchos pintores y artistas plásticos que admiro pero ellos son más cercanos e importantes para mí.
¿Qué hay en TÍSCAR ESPADAS de la sastrería masculina que aprendiste?
Aunque empecé a hacer moda de hombre no hago sastrería, estudié moda en IED y me especialicé en hombre porque me gustaba la base técnica.
A día de hoy lo que mantengo es la esencia que hay al crear una prenda de sastrería, el mimo, la exclusividad, la precisión. Huyo de la sastrería tradicional, de sus normas, de tantos condicionantes.
Obviamente a tu marca no se le pueden hacer los reproches que se le hacen actualmente a la industria de la moda en cuanto a sostenibilidad.
Sé que hago ropa que no es para todos. No se entiende que sea tan caro e incluso a mí me duele que no pueda acceder a ella más gente .
La apuesta es esa idea romántica de la filosofía del dandi, de hacer prendas que son un lenguaje, pensadas para una cierta persona, en ediciones limitadas. Me interesa mucho más que lo que dicta la moda como éxito: que tu ropa la lleve muchísima gente.
Hacer una prenda honesta, con buen material, durable, mediante un trabajo manual, producido a pequeña escala condiciona el precio.
A día de hoy, aunque sea casi increíble, TÍSCAR ESPADAS es una marca y vende cada vez más. Tengo que ir ampliando equipo, talleres, producción. Lucho por unos ideales pero hay una parte de negocio que debe ser muy sólida para que la parte creativa salga adelante.
¿Dónde producís?
En dos talleres en España y otros dos aquí en Londres. Los tejidos son italianos y japoneses. Estoy en busqueda de algodón español y en la próxima colección utilizo lana y lino de Reino Unido.
Me gustaría que todo fuera trazable y colaborar con personas que tengan estos valores. Nuestra función también es comunicar el proceso y hacer que se aprecie esa trazabilidad.
¡A la moda le sobra moda! Siendo breve: todos sabemos que es uno de los sectores más contaminantes, sostiene una sobreproducción…