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Basil biolace Carole Collet

 

Cuando pienso en el cuidado de una prenda me viene a la cabeza el anuncio de Norit con el corderito. Se me aparecen en forma de diapositiva un sinfín de gestos entorno al cuidado de nuestro ropero: zurcir un agujero hecho por una polilla, quitar un mancha aplicando sabiduría popular, poner tapas a los zapatos o cepillarlos con un buen betún, lavar los jerseys a mano y secarlos en horizontal, reforzar con rodilleras y coderas, remendar un roto, blanquear con añil…etc. Esta actitud de cuidado nos traslada a una época en la que los recursos (del bolsillo) se consideraban limitados, pero es que los recursos (del planeta) siguen siendo finitos. La diferencia es que ahora las prendas que tenemos en el  armario no se merecen tanto mimo porque han sido pensadas para tener una vida más fugaz. 

 

El responsable de este cambio en nuestros roperos fue el fast fashion. Como todos sabemos, se trata de un modelo de negocio que empezó en los años 90 alterando el panorama de la industria textil internacional produciendo ropa muy barata, de poca calidad, fabricada en grandes cantidades, distribuida a gran velocidad e invitando al consumidor a comprar sin pisar el freno. Tanto frenesí solo puede acontecer bajo unas condiciones asociadas a problemas sociales -no respetando la mano de obra llegando al punto de crear una esclavitud moderna- y problemas medioambientales -contaminando y acumulando residuos generados por la fabricación de la ropa-. Esta fabricación emite anualmente 1/2 millón de toneladas de micro fibras que terminan en los océanos, lo que equivale a 50 billones de botellas de plástico lanzadas al mar. Esto representa nada más y nada menos que el 20% de la contaminación del agua del planeta mediante las aguas residuales procedentes de la producción y acabado de textiles. 

 

                                      Balenciaga sofa Harry Nuriev

 

Ante lo escalofriante de estos datos, se propone un nuevo modelo llamado economía circular, que quiere cortar la raíz de la emergencia climática, la pérdida de la biodiversidad y la contaminación, mientras que ofrece oportunidades para un mejor crecimiento. Surgen reacciones con objetivos claros como acabar con el concepto de desecho, aumentar la durabilidad poniendo énfasis en el reúso y en la reparación de los productos ya existentes, o crear productos que sean reciclables (pudiendo llegar a tener un nuevo uso a través de su modificación) o biodegradables (no dañando el medio ambiente en su proceso de descomposición). La innovación del textil apunta a dejar atrás los polímeros derivados del petróleo mediante procesos tóxicos, para abrazar la bioquímica que no contamina y que crea materiales de base biológica cuyos aportes son renovables.

 

Un consumidor medio tira anualmente 31.75 kg de ropa. Globalmente  se producen cada año 13 millones de toneladas de desechos textiles, y un 95% podría ser reusado o reciclado. Cuando introducimos una prenda en uno de esos contenedores de ropa usada, la estamos mandando a un largo viaje: las toneladas de ropa que se recaudan se llevan a una planta industrial donde se separan en ropa vintage, ropa fast fashion que se puede revender en países en vías de desarrollo, ropa que se recicla y ropa que se quema. Un dato que se nos puede escapar cuando pensamos en reciclaje es que la ropa debe estar hecha de un solo material para que éste sea rentable y efectivo. Hay muy pocas empresas que por ahora se dediquen al reciclaje de fibras de mezcla. La ropa que se puede reciclar se mete en unas trituradoras industriales descomponiéndola en partículas textiles que a su vez formarán nuevos tejidos, o partículas no textiles que, por ejemplo, formarán materiales para la construcción. Por último la ropa que no se revende o recicla, termina quemándose en vertederos emitiendo gases de efecto invernadero. 

 

Este despilfarro de materiales junto al malgasto de la energía puesta en la producción (y distribución) del fast fashion hacen a la industria de la moda perder dinero. Menos de un 1% de los materiales usados en la producción de ropa se recicla y esta pérdida de recursos sale cara, no solo al planeta sino también a la industria. En total anualmente se pierden 500 billones de dolares  por este mal uso de materiales.

 

Minimal closet Sea Loft

                                                    Minimal closet Sea Loft

                       

 

Reaccionando ante tal despropósito y en su afán de buscar soluciones e innovar, surgen dentro del gremio y en colaboración con la bioingeniería sinergias tan fructíferas como futuristas: elaboración de materiales a base de proteínas que simulan las propiedades de la seda, la Microsilk, tejidos flexibles y duraderos que imitan el mecanismo de conexión subterránea entre las setas, el Mylo, microfibras que rozan la línea entre lo natural y lo sintético derivadas de fuentes orgánicas como el Tencel o el Bamboo, creación de procesos de reciclaje, como el NyCyl en Seattle, capaz de desmenuzar ropa desechada en partículas y convertirla mediante repolimerización en materiales biodegradables, o la Green Machine en Hong Kong, creada por HRITA que también logra separar ropa hecha con fibras mezcladas en partículas puras creando materiales que pueden ser usados una y otra vez, aplicación de la tecnología de producción con el uso del escaneo 3D, máquinas de CNC, máquinas de termoformación…etc., inclusión de formas digitales como maneras de presentar las colecciones, avatares que sustituyen modelos…etc. 

 

Para que la bioeconomía pueda suceder con éxito y se pueda diseñar con sistemas vivos naturales, tenemos que alterar el modo en que consumimos, y repensar la noción de progreso para crear una nueva modernidad que sea inclusiva, que esté interconectada y que tenga conciencia. Un consumidor medio compra hoy en día ‘un 60% más ropa que hace 15 años y la prenda se conserva durante la mitad del tiempo de lo que se solía hacer’ según un estudio hecho por McKinsey. Se compra, se usa, se vende online y con lo que se gana se vuelve a comprar, por lo tanto el ciclo se repite. El mercado de la segunda mano está compuesto de tiendas con ropa usada o plataformas de reventa online. Y son estas últimas, las que han ayudado al boom de la segunda mano apoyadas por las nuevas generaciones y la pandemia. La segunda mano ya no se percibe como algo marginal, es más, uno alarga la vida de una prenda y eso en esencia es algo positivo. Mientras el fast fashion seguirá creciendo un 20% en los próximos 10 años, el mercado de segunda mano crecerá hasta un 185%. Pero esta práctica nos puede hacer caer en nuestra propia trampa, ya que la tendencia a la compra de ropa usada es en la mayoría de los casos, el acceso a más prendas fast fashion de las que una podría permitirse y por lo tanto el aumento de un consumo de poca calidad. 

 

                                                              Laboratorio de elaboración de seda artificial

 

Para abordar el futuro de la moda (o de cualquier otra industria), necesitamos hablar de cambios radicales. Hasta ahora se ha seguido una lógica de crecimiento infinito y esta no encaja en una realidad de recursos limitados. Ahora pues el giro se debe hacer hacia la lógica de la tierra, como lo denomina la doctora Kate Fletcher. El término sostenibilidad no está llegando a la profundidad que debería. Necesitamos un cambio de mentalidad. “Se requerirán mutaciones considerables, sobre todo en las actitudes personales, que deberán admitir modificaciones copernicanas de los valores de referencia, comparables –me temo que superiores– a las que acompañaron el advenimiento de la cultura industrial en aquel universo aristocrático-rural del siglo XVIII”- comenta la filosofa Carmen Velayos Castelo en su ensayo sobre sostenibilidad

 

                                           Green machine HKRITA

 

Comprar un jersey hecho de algodón orgánico e irte a casa, no es suficiente. La urgencia no es ser más sostenible, la premura es consumir menos. Otro concepto que me encanta y que tenemos que rescatar para dar el giro a una economía circular es el concepto de valorar una prenda o un objeto, más allá de la marca que tenga o del precio que marque. Desarrollar una conexión emocional con la prenda para que esta reciba cuidado y mimo, como si se tratara de una inversión o una joya que vas a regalar al universo. Este paisaje que os describo es el único en el que creo y es el único en donde veo un futuro posible. En resumen: cuidarse cuidando.

 

                                                                                 Rose biolace Carole Collet

 

                                                                                Mycelium biolace Carole Collet

 

 

 

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