La primera vez que vi el trabajo de Ibrahim Kamara algo se encendió en mí. La belleza total de las imágenes, de una verdad sin filtros y el carisma de su trabajo me puso un sonrisón en la cara. Creo que fue porque le entendí, sentí que quizá no comprendía exactamente el origen de todas sus referencias o el lugar del que provenía su inspiración, pero sí, total y absolutamente, comprendía su lenguaje.
En LMQNP solemos hablar de todos los proyectos que nos emocionan y nos hacen creer en el futuro de esta industria y sus creativos. Pero en este caso, tenía muchas ganas de hablar de su trabajo por todas las emociones que me despierta. Ibrahim va más allá de identificar las tendencias que están dando sus primeros pasos, sino que las crea, lo cual le ha llevado a formar parte del selecto grupo de profesionales que acaban llamándose árbitros de estilo. No estoy segura de si se sentiría muy cómodo con esa definición, que normalmente es aplicada a una serie de personas tiesas, inaccesibles y cuya opinión dice detentar el poder “absoluto” en moda, pero quizá con el tiempo se demuestre que su visión ha cambiado para siempre el modo en que la sociedad se viste y se mira a sí misma.
En 2016 tiene su primera exposición junto con la fotógrafa Kristin-Lee Moolman titulada “2026”, se trata de una serie de fotografías cuya dirección de arte y estilismo corre a cargo de Kamara. Las fotografías tomadas en las calles de Johannesburgo y protagonizadas por chavales, ninguno de ellos modelo profesional, vestidos con ropa de mujer y estilos más cercanos a los clubes londinenses, supusieron la puesta de blanco en moda de la revolución de la Nueva África y además marcaron una de las líneas narrativas de su estilista, la ruptura con los cánones establecidos con respecto a la masculinidad y lo que es aceptable o no en cuanto a la vestimenta masculina. Y de ahí, la carrera de Ib Kamara se ha ido superando a sí misma en cada reto que se le ha presentado hasta llegar al lugar desde el que trae su narrativa a la primera página de la moda, como Director de Moda de i-D.
Nacido en Sierra Leona y criado en Gambia, Ib Kamara se traslada a Londres muy joven para estudiar medicina, cosa que no triunfa, porque al final consigue convencer a sus padres de que le dejen probar suerte con una carrera creativa. Este caldero de influencias culturales y geográficas es la seña de identidad de Kamara y es el plato fuerte de cada uno de sus estilismos, auténticas virguerías en lo que a mezcla de referencias y lenguajes se refiere. Otra cosa interesantísima es ver cómo esa seña de identidad se ha ido matizando, perfeccionando y revisando con el tiempo, pero sin perder un ápice de frescura. Para ilustrar todo esto os dejo dos galerías, una de un trabajo reciente y otra de sus primeros trabajos.
La belleza de su propuesta no reside per sé en crear una estética genderless con elementos del periodo pompadour, el fútbol, las máscaras africanas, la estética de las mujeres Sandé o las geishas, sino la absoluta belleza del modo en que todos esos elementos se entrelazan en una delicada y sencilla armonía. Creo que al mirar su trabajo, que ha ido perfeccionando a base de esos puntos de apoyo, como nódulos narrativos específicos suyos, lo que más me gusta no es la riqueza de los elementos ni su abundancia (muchas veces los looks se asemejan a un vergel de cosas todas juntas), lo que me fascina es que el efecto es totalmente natural. Los looks son sencillos, como si l+s modelos se hubiesen puesto un trenzado de plantas y flores tropicales que les llega hasta los pies sobre una falda de plumas de marabú y un tocado compuesto por doce pañuelos de Hermés, con la misma facilidad que si se hubiesen calzado un chándal.